sábado, 18 de marzo de 2017

Ser don de Dios para el otro en India o en España: Rayappa, cmf

   En nuestra comunidad, de vez en cuando, alguno de nuestros hermanos viaja a alguna parroquia claretiana para compartir su experiencia misionera. Este fin de semana, Rayappa Nathaniel ha viajado a Oviedo para disfrutar y celebrar la fe en la Parroquia del Corazón de María. Desde allí, nos envía su testimonio para compartirlo contigo... ¿no es una buena ocasión en este Día del Seminario para conocer otras historias y realidades? ¡Esperamos que lo disfrutes!
 

Quiero compartir con vosotros mi experiencia de fe y la misión de la India. Procedo de la India, de una cultura de mucha diversidad de idiomas, tribus y religiones, conocida por su grande y profunda espiritualidad: hinduismo y budismo, Yoga o vida holística. También por las figuras tan grandes como la de Gandhi o Teresa de Calcuta, con todo su servicio, y muchas más. Entre tanta diversidad, los cristianos vivimos nuestra fe con profundidad integrándonos en la propia cultura y dando el testimonio en todo lo que podemos. Por eso es muy positivo que haya cada vez más gente que acoja libremente a Cristo. En este ambiente, no cabe duda de que uno percibe a Cristo como el Manantial, Agua viva y Centro de la vida. Aunque es una fe sencilla de las personas simples, muchas de las cuales no saben nada de la teología, ni de dogmas, ni de doctrinas. Sin embargo, viven su fe de manera muy personal y con mucha radicalidad. Su máxima heredad, la gran riqueza que tienen, es el Único, que es Jesús que sacia con agua viva.

«Dame agua», pide Jesús a la mujer samaritana en el Evangelio de hoy. De muchas maneras Jesús sigue pidiendo agua a cada uno de nosotros en forma de muchas personas, de los más necesitados. Hoy en día hay tantos gritos de pobres, sedientos, hambrientos, carentes del amor, del perdón, de la cercanía, de la ayuda y del acompañamiento. Agradezco a muchas personas de la Iglesia, como los claretianos, que han estado muy atentos al grito de las necesidades de la gente, tanto espirituales como materiales, tanto corporales y como emocionales.

Hablando de nuestra misión como claretianos, somos más de 500 claretianos en distintas partes de la India. Tenemos distintas misiones, como en los colegios para los más pobres que no pueden ofrecer nada a cambio de la enseñanza; o en las parroquias más rurales, asistiendo a las necesidades espirituales; o en los centros de leprosos, ciegos, moribundos, mendigos y cárceles, haciendo presente la compasión y la misericordia de Jesús.

Asistimos a la gente más necesitada, sobre todo la familia que es algo muy central de la evangelización, donde la fe es vivida de una manera muy activa, personal y arraigada en los consejos evangélicos. Creemos en esta misión y ponemos tanto acento en ella, porque es la primera escuela donde nace todo, donde uno aprende mejor, vivida y practicada más que enseñada. Probablemente, la familia es el don más hermoso creado por Dios. El Señor nos ha dado el privilegio de poder crear nuestra propia familia para poder educar a otros más pequeños en valores y en respeto al prójimo. Dicen que ‘la familia que ora unida, permanece unida’. Hay familias que conozco que no comienzan ni terminan el día sin la oración, sin ofrecerse a sí mismos a Dios. De hecho, siento profundamente que mi vida vocacional, mi deseo de seguir a Jesús, nació en mi propia familia. He vivido los mejores momentos de mi fe en el ambiente familiar.

Hace muy poco los claretianos de la India fundamos un hogar para los enfermos mentales, donde se acoge a la gente que vive en la calle, sin hogar, afectada por alguna enfermedad mental o un trastorno psicológico, rechazada por sus familiares o, sin que seamos drásticos, a las personas que se han perdido al salir de casa. La misión de este hogar es el de rescate, recuperación, rehabilitación y reunificación con su familia. Hay unos 58 millones de indios que sufren algún tipo de enfermedad mental. Solo hay un psiquiatra para cada 4000 personas. La presencia y el servicio de los claretianos es muy valorada porque en este servicio de pequeños detalles se encuentra el rostro de Dios, compasivo, misericordioso, un Dios de la vida, que sale primero al encuentro, sale en busca de cada uno. Esta gente no hace cosas extraordinarias, sino que sencillamente se compromete en el encuentro con el Dios de la vida.

A veces, para mí, lo más llamativo y lo que más me preocupa es que hoy en día aquella gente no cree en Dios, lo rechaza y queda lejos de la Iglesia, no es la gente que sufre muchas dificultades o enfermedades, o carecen de cosas básicas, sino aquella que lo tiene relativamente todo: los medios vitales básicos, posibilidades y oportunidades. Pero quedan solo en la superficie, no piensan ir más allá de lo propio, ni asumen las cosas en su totalidad. Y lo que más me sorprende es que a esa gente todo esto le parece algo normal, sin nada por lo que estar preocupado. Muchas personas están abandonando a Dios antes de haberlo conocido. Si conocieran la experiencia de Dios que Jesús contagia, lo buscarían. Creo que la experiencia primera y más importante es encontrarnos a gusto con Dios porque lo percibimos cada momento como una «presencia sanadora, salvadora, agua viva que sacie la sed». Cuando una persona sabe lo que es vivir a gusto con Dios, porque, a pesar de nuestra mediocridad, nuestros errores y egoísmos, él nos acoge tal como somos. Y esto nos impulsa a enfrentarnos a la vida con paz. Así es como difícilmente abandonará la fe.

Jesús nos ha dado el agua viva. Él dice nuestro nombre personalmente. Si yo escucho, él no se calla. Si yo me abro, él no se cierra. Si yo confío, él me acoge. Si yo me entrego, él me sostiene. Si yo me hundo, él me levanta. Amén.

3 comentarios:

  1. Un abrazo, Rayyapa: gracias por tu testimonio. Ha sido un placer y un honor compartir contigo algunos ratos en Oviedo y en el viaje de vuelta. Muchísimas gracias. Y sigue adelante, misionero!!!

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