domingo, 8 de noviembre de 2015

¡Somos misioneros!

Cada domingo tiene algo de especial. Un sol más brillante, una luz más intensa, un color más claro. Y, como cada día, nuestra comunidad amanece con el rezo de las laudes, la oración de la mañana de toda la Iglesia.
   Hoy había algo especial. En cada uno de nuestros lugares encontramos la Declaración del XXV Capítulo General, «Testigos-Mensajeros de la Alegría del Evangelio». Hombres de tantas lenguas, pueblos y naciones oraron, reflexionaron y discernieron hacia dónde queremos caminar como misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María en este tiempo que vivimos. Y, de repente, uno empieza a preguntarse qué es lo que han recibido sus manos...
   Este librito recoge cómo la Congregación ha discernido la voluntad en Dios para con nosotros en este tiempo. La expresión de la memoria y la tradición que hemos recibido; del presente apasionante que transitamos y del futuro que viene lleno de esperanza. Nos fuimos dando cuenta que lo que teníamos entre manos es la apertura que nuestros mayores han ofrecido al Espíritu. Para ser más misioneros. Para ser más claretianos. Para ser más como Dios quiera que seamos.

   Entonces sólo queda agradecer este regalo. Sabernos dentro de una gran familia que vive a lo largo y ancho del mundo la alegría del Evangelio. Darnos cuenta de que desde aquí, desde nuestra comunidad de Colmenar Viejo, tratamos de mostrar el rostro de la Congregación hoy: hombres de tantas lenguas, pueblos y naciones que somos llamados «a testimoniar la primacía absoluta de Dios y de su Reino» [MS 3], que tantas consecuencias fecundas tiene.

Cada domingo tiene algo de especial... hoy nos sentimos un 
poquito más claretianos.


¡Ábrenos los oídos y los ojos,
sacúdenos el miedo y las inercias,
danos un corazón de carne y de crisma,
revístenos de gozo y de osadía,
envíanos, al Viento que te lleva,
testigos de tu Hijo,
diáconos de Pascua, servidores,
hermanos ecuménicos del mundo!
[Pedro Casaldáliga, cmf]

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